Los productos tecnológicos, desde teléfonos móviles hasta electrodomésticos, tienen una vida útil limitada. En algunos casos, esta fecha de caducidad está planificada por los fabricantes mediante la obsolescencia programada. Este término se refiere a la práctica de diseñar y producir productos con una vida útil intencionalmente limitada, obligando a los consumidores a adquirir nuevos productos más frecuentemente y generando así un aumento en las ventas.
La obsolescencia programada se divide en tres categorías principales: obsolescencia planificada, obsolescencia perceptiva y obsolescencia técnica.
Este tipo de obsolescencia se produce cuando el fabricante planifica la vida útil del producto. Pueden llevar a cabo prácticas como utilizar materiales de baja calidad, partes que se desgastan rápidamente, componentes difíciles de reparar o una fecha de expiración programada para que el producto se vuelva obsoleto y necesite ser reemplazado.
En este caso, la obsolescencia está relacionada con la imagen de un producto. Se crea en los consumidores la idea de que el producto ya no es de moda o que está anticuado, por lo que se ven obligados a comprar uno nuevo para mantenerse actualizados.
La obsolescencia técnica se produce cuando el producto es deliberadamente diseñado para volverse obsoleto debido al progreso tecnológico. Por ejemplo, una computadora portátil puede tener una velocidad de procesamiento muy rápida, pero no está diseñada para ser actualizada a medida que nuevas versiones de software requieren más capacidad.
La obsolescencia programada tiene un impacto significativo en los derechos del consumidor. En primer lugar, los consumidores tienen derecho a recibir bienes que sirvan para el propósito para el que fueron comprados y que se mantengan por un tiempo razonable. Si un producto se rompe debido a la obsolescencia programada, este derecho es violado y los consumidores se ven obligados a comprar un producto nuevo.
En segundo lugar, los consumidores tienen derecho a la información. La información sobre la obsolescencia programada está oculta a menudo por los fabricantes, lo que significa que los consumidores no tienen conocimientos previos sobre la durabilidad del producto antes de comprarlo. Esto puede llevar a que los consumidores gasten más de lo que deberían en productos que no duran el tiempo que esperaban.
Por último, la obsolescencia programada lleva a un consumo excesivo. Si los consumidores son forzados a comprar nuevos productos más a menudo, aumenta el número de productos desechados, lo que a su vez contribuye a la contaminación y al agotamiento de los recursos naturales.
Un ejemplo de obsolescencia planificada es la batería del iPhone. Apple ha sido acusado de emplear técnicas para reducir la vida útil de la batería de sus iPhones para que los consumidores se vean obligados a comprar nuevos dispositivos. También hay casos en que ciertas partes de los dispositivos electrónicos son diseñadas para romperse después de un tiempo determinado, como los cabezales de impresión de las impresoras.
Un ejemplo de obsolescencia perceptiva es la moda. Muchas prendas de vestir son desechadas rápidamente debido a que ya no son consideradas "de moda". Los consumidores son persuadidos a comprar nuevos productos aunque los que ya tienen aún sean funcionales.
Un ejemplo de obsolescencia técnica es la incapacidad de actualizar algunos dispositivos electrónicos. Si un fabricante no ofrece una actualización, los consumidores se ven obligados a comprar un producto nuevo aunque su dispositivo actual aún funcione bien.
El parlamento europeo ha aprobado una resolución destinada a combatir la obsolescencia programada. Esta resolución pide medidas que aseguren que los consumidores reciban información clara y completa sobre la durabilidad, la capacidad de reparación y las opciones de actualización de los productos tecnológicos. También se solicita que se investiguen los efectos ambientales y económicos de la obsolescencia programada.
Los consumidores también pueden tomar medidas individuales para combatir la obsolescencia programada. Pueden elegir productos con una vida útil más larga, reemplazar partes o reparar los productos en lugar de comprar nuevos, y elegir productos con reparabilidad y actualización garantizada por el fabricante.
La obsolescencia programada es un problema importante que afecta a los derechos del consumidor. Los consumidores tienen derecho a recibir productos que duren el tiempo que se espera que duren, y a la información necesaria para tomar decisiones informadas al comprar un producto. La obsolescencia programada lleva a un consumo excesivo y a la generación de residuos electrónicos. Se deben tomar medidas para combatir esta práctica, tanto a nivel individual como colectivo.